Como un turista mochilero. Así llegó Patrick Hall a Chile y a Vantaz. Cansado de viajar, decidió establecerse al menos por un par de años en el fin del mundo y a través de Laborum.com, encontró trabajo en -para ese entonces – una nueva empresa consultora chilena: Vantaz.
Estamos hablando del año 2001. Hoy Patrick Hall, de origen francés-inglés, sigue en Chile, está casado con una chilena y tiene dos hijos. La mitad de su estadía en suelo sudamericano ha sido ligada a Vantaz, de hecho, fue el encargado de fundar Vantaz Australia. Actualmente es socio de consultoría en Deloitte, con un foco en energía y recursos.
¿Cómo fue tu ingreso a Vantaz?
Llegué mochileando, viajé siete meses por Sudamérica y llegué con la intención de instalarme un par de años en Chile. Ahí conocí a los Vantaz en mayo de 2001, la empresa tenía nueve meses, y creo que eran siete personas. Justo les habían salido unos primeros grandes contratos con BHP, entonces me incorporaron como consultor senior, yo había trabajado tres años como consultor en Europa.
Fui el primer extranjero y el primer no relacionado, de hecho, yo llegué a Vantaz postulando por Laborum. Me entrevistó Mauro en un bar y después hubo otra entrevista, fue todo bien informal y ahí llegué a la empresa. Estaban todos en una misma sala. Yo pensé que iba a estar dos años, pero ya llevo más de veinte en Chile. Once de esos años fueron en Vantaz. Vantaz fue como mi familia al inicio porque no conocía a nadie en Chile, incluso carreteaba con ellos, sus amigos, y sus familias.
¿En esos años ya estaba el sello vantáztico?
Totalmente, en esos años nació. Lo que costó fue mantenerlo con el crecimiento. Cuando éramos menos de diez personas se hacía muy natural. Había mucha similitud entre todos y ganas de hacer cosas. Teníamos una edad similar. Había un deseo de compartir que traspasa lo netamente profesional.
¿Qué recuerdas con mayor alegría de esos años?
Partí como consultor senior y después crecí, en 2005 me nombraron socio. En el 2006 me casé y el 2007 me fui a fundar Vantaz Australia. Me mandaron con mi esposa a Australia y fue una experiencia tremenda, ella en ese entonces no hablaba tan fluido inglés. Fue una experiencia de vida increíble. Estuvimos seis meses fijo allá y después yo iba y volvía tres o cuatro veces al año desde el 2006 al 2012, hasta que dejé Vantaz. Esa experiencia fue muy especial.
Lo otro fue crecer, de ser menos de diez personas a llegar a ser más de cien cuando me fui, y sostener en ese tiempo de crecimiento la calidad de las personas, la calidad humana, ese espíritu vantáztico. Esa búsqueda de compartir más allá y mantenerlo sin perder las características propias de los consultores, eso fue notable porque crecimos muy rápido. Para mí eso fue un gran valor y es algo muy difícil de mantener.
¿Crees que te marcó profesionalmente el “sello vantáztico”?
Sin duda. Cuando nos fuimos con Marcel, de hecho, nuestro objetivo era poder replicar de alguna forma la manera de hacer las cosas que tenía Vantaz, y creo que de una forma u otra pusimos ese sello en Inn People. Luego en Deloitte, con mis equipos de trabajo, siempre he buscado mantener algo similar al estilo vantáztico en la forma de hacer negocio, la forma de ser muy horizontal, de compartir, de ser transparente, no tener jerarquías. Eso es parte de lo que soy y parte de lo que busco replicar.
¿Qué te parece el “Alumni de Vantaz”?
Muchos cuando fuimos a la primera junta el año pasado nos encantó, porque varios de los que estábamos nos veíamos a veces en otros espacios, pero muchos otros no. Creo que para todos los que pasamos por Vantaz fue muy grato reencontrarnos. Vantaz fue un tiempo de mucho crecimiento, mucho aprendizaje, gente muy destacable y humana, diversa. Retomar esa relación y refrescar eso me gustó mucho. De hecho, estuvo la actividad oficial y después muchos seguimos en un bar varias horas más porque había esas ganas de extender el vínculo.